La mayoría de personas siempre relaciona la fama con la popularidad de manera semejante. Las imágenes expuestas y proyectadas por la industria del entretenimiento a través de los tiempos, en diferentes artistas y expositores del arte, han cosechado siempre admiración y encanto para las masas, asimilando que la fama y la popularidad son consecuencia una de otra, pero ¿hasta qué grado puede haber un parentesco familiar y natural entre ellas, para que la carrera de un artista con relación al público pueda llegar a buen puerto?

La popularidad según el diccionario es la suficiente aceptación o conocimiento que se tiene de una persona entre la gente, es aquella que por lógica avanza pasito a pasito y con seguridad, sin temor; como aquella semilla que cae en buena tierra, muere constantemente y resurge en cada una de sus semillas, y por consiguiente, da el fruto que revela la cosecha abundante: si el fruto y la cosecha es buena, por consiguiente la tierra también lo fue.

La fama —a diferencia de la popularidad y según el diccionario— es el reconocimiento de aquellas cualidades o actos de una persona, pero de manera general, global, instantánea y hasta extraordinaria. Digamos que la fama es como lo que sucede con los alimentos transgénicos: que en algún momento del proceso el fruto de la tierra es adulterado, con el fin de que este producto impacte en el mercado y se venda.

ESTÁ DE MODA

Cuando la fama llega repentinamente no hay popularidad que valga, ya que son términos distintos y opuestos, tenemos los ejemplos más dramáticos que muestra nuestra propia televisión con modelos que más que ejemplo de esfuerzo y tenacidad demuestran facilismo y oportunismo implantando una subcultura del eso vende, por lo tanto si eso vende es porque  alguien lo compra; ese es el negocio del espectáculo, por eso tenemos productos musicales dentro de la historia musical que se han posicionado por medio de la payola, artistas desconocidos hasta el momento aparecieron de la nada imponiendo un ritmo, una presencia a gran escala.

El caso más común lo llevó a cabo la industria pop norteamericana, tan importante para la música como lo fue el rock como manifestación cultural y hasta el hip hop, ahora mismo la industria musical surcoreana es la que —impactada e influenciada por la norteamericana—, lleva la batuta en cuestión de crear estrellas desechables y al paso, el imperio que en el pop a nivel mundial y, tratándose de una nación oriental, es impresionante.

En nuestra latinoamérica también tenemos el perreo o reguetón, donde se invierten sumas  millonarias para poder explotar a un artista y su respectivo producto, que con el tiempo y por causa de ese boom, es reemplazado por otro hit que va también por esa línea, porque fueron inflados con siliconas por decirlo de algún modo.

Y es aquí, donde por causa de todo ese manejo publicitario, que nace el fenómeno de la moda,  es la moda la que irrumpe y genera la fama momentánea del producto; la fama, —que es comprada, adulterada, explotada y olvidada—, se puede apreciar muy bien en los medios de comunicación masiva, donde se impone lo que la masa debería ser y hacer.

PACTO CON EL  DIABLO

La vida de una persona dedicada al arte no es un modelo de vida ideal para nadie, ya sea por los riesgos que conlleva esta aventura, como por los perjuicios que sufre el artista.

Es aquí cuando muchos de esos “artistas” tras su momento de iniciación y, llevados por la emoción y falta de educación, no tienen el mínimo de respeto por la dignidad de sus vidas ni por la profesión artística, deciden evaluar y devaluar su trabajo para llegar a posiciones sociales de una manera corriente y ventajista; lo que sucede por causa de los estereotipos que exige el mercado.

Esto hace que ese producto con imagen incluida se infle a costa de la creatividad y, la buena reputación que de manera honesta —posiblemente— llegaron a tener, se corrompe a un mercado que les dará la fama y alimentará un ego que, engrandecen a costa de la dignidad y ética de su trabajo y obra.

Casos como estos se dieron de manera muy alarmante en la etapa próspera de la industria musical, a mediados del siglo pasado, en las primeras compañías musicales de los años 50 en Norteamérica y, que después fueron los magnates de industria músical los que prácticamente explotaron la figura de muchos artistas.

Los Beatles son el caso más reconocido de cómo se puede explotar la imagen de una manera atroz hasta el grado de igualarlos como dioses de la música, tras las excéntricas declaraciones de John Lennon al compararse con el mismo Jesucristo, lo cual le valió el inicio del desmoronamiento después para la banda y que es algo que en el futuro vendría como anillo al dedo a las futuras estrellas del rock, los cuales hechizaron a miles con sus estilos de vida extrema; esto también se ve en las estrellas de la música pop con sus caóticas y patéticas poses, tan iguales a muchos de nuestros artistas nacionales muy vistos en los programas de televisión amarillista.

Lamentablemente, todo eso en algún momento se derrumba, impulsado por la foto de un paparazzi, muerte por sobredosis, la separación de la banda o el decaimiento de sus trabajos artísticos, ya que lo que empezó, primero, con mucha emoción, termina diluyéndose por la vida que reciben, y que muchas veces se torna aburrida: la pasión se convirtió en un trabajo más, donde hay que cumplir con los contratos de producción musical.

Es por eso que vemos que muchos nuevos discos son decepcionantes para los fans. Lo que me lleva a reflexionar y llegar a la conclusión que, en estos tiempos donde todo ha cambiado por medio de las redes y que  las estrellas del rock o del pop o del hip hop, van a desaparecer definitivamente con el tiempo, no por lo que han hecho, ya que su legado es incalculable, sino porque ahora mismo no es necesario tener una vida escandalosa ni exagerada para vender el producto o hacer famoso al artista, sino más bien que, el solo hecho de estar en las redes hacen ya notaria la presencia del artista.

Antes solo se podía llegar a satisfacer por medio del poster pegado en el cuarto, el videoclip (el cual era programado rara vez y, celebrado de manera hasta ceremonial tras la emisión) y, por supuesto, la compra del vinilo, el cual tampoco tenía un precio accesible, la entrada del concierto para poder ver en vivo al artista o semidiós.

Así que, con todos estos antecedentes y centrándonos en la realidad actual, parece que se ha encontrado el santo remedio para la pose, de qué vale tener millones de likes que se consiguen por medio del dinero y una estrategia propia de un community manager, cuando en realidad cualquiera puede exponerse su trabajo y existir formalmente por medio de las redes, los tiempos han cambiado y yo me pregunto ¿acaso importa mucho eso ahora cuando todo el mundo puede subir su producto musical y tenerlo a disposición de la gente, así uno esté muerto? No lo creo, sensatamente. Nadie puede negar la talla de tales genios y personalidades que dio la industria por esos días, ¿o acaso volverá a existir un Led Zeppelin, otro John Lennon o un nuevo Freddie Mercury? No lo creo, no hay equivalentes a estos genios, ya que de por sí sus obras y personalidades son relevantes.

El dia de hoy existen, más que todo, los regguetoneros y los ahora impuestos trapperos, como estrellas de la música masiva, con lo cual sostengo nuevamente que, la era del rock star desaparecerá con el tiempo.

Ahora bien, todo esto también se puede adaptar a la realidad de nuestra música peruana, o hasta nuestros clásicos compositores criollos y folclóricos. ¿Acaso ahora existe la capacidad generacional y la genialidad bohemia que existió antes en nuestra cultura musical?

Muchos de nuestros grandes compositores criollos e intérpretes folclóricos están muertos, tomando por ejemplo la obra de uno de los más grandes compositores peruanos, Felipe Pinglo, quien fue en su época, uno de los primeros cantautores: ya que en esa época era imposible grabar en nuestro país y estaba hasta impedido, ya que se exigía la letra del poema, de un poeta de ese tiempo y, se le daba el arreglo musical respectivo, siendo a la vez y con lo que respecta a nuestros tiempos, algo incomparable y de notoriedad relevante en su momento.

Son varias preguntas que todos pueden descubrir con una clara y única respuesta: las redes sociales han facilitado muchísimo el trabajo digno de todos los artistas de manera popular y razonable, así que me parece que elevar a algunos artistas a la calidad de divino y que tengan solo exposición masiva, sea por sus escándalos o vidas excesivas, no es nada saludable, ya que ese paradigma ha llevado a muchos personajes del ambiente al suicidio, lo que al margen de programas de concurso televisivos, que son franquicias y hasta tienen el mismo formato de otros en el mundo, llámense LA VOZ, YO SOY o LOS FINALISTAS, continúan sorprendiendo a los participantes y manipulando emocionalmente con el cuento de la fama y el estrellato a personas asiduas a este inusual estilo de vida, creando asimismo todo un monopolio completamente falso y descarado que apunta a manipular las mentes de los concursantes por ser famosos, tipo los mismas estrellas que imitan o interpretan como si fuera una negación de la realidad.

En mi opinión personal, la fama no es necesaria, ya que considero que lo hay que cambiar, renovar y transformar es la mentalidad de la gente, que cree que si no es famoso o no tiene millones de seguidores es un fracasado, el cual es un cuento muy vendido.

No hay compatibilidad en relación a lo que es avanzar paso a paso de manera popular, honesta y aprovechando la maravilla que ofrece la tecnología a manera de comunicación socialmente aceptada.

LA FAMILIA DE UN MÚSICO

La familia, —esa institución tan avalada ahora en nuestros tiempos modernos y tan atacada también por diferentes corrientes pesudo políticas, que es parte importantísima de nuestra cultura latinoamericana, donde casi nadie se puede hacer sin ella y, que es el punto y centro de partida para la estabilización de todo un sistema social que depende de ella—, hace que la independencia personal y empresarial sea considerada como una amenaza colectiva para este patrón de vida familiar, lo cual hace que la vida que desemboca en un músico lo lleve a que  tome las riendas de la libertad, ya que su propio oficio se lo va a exigir y deberá encontrar su propio rumbo porque de esto depende su capacidad creativa, de sus experiencias personales e independientes.

Entonces, ante tal fenómeno y determinación de honestidad, se puede llegar a la conclusión de que la familia de un músico son aquellos que aprecian su trabajo, los que compran un disco, los que pagan por ver y escuchar un puñado de canciones en vivo —las que nacieron desde el fondo más recóndito de un corazón humano, cargado de amor y también del error, donde no hay trampa ni cartón, donde uno es como es, donde uno sabe más por perro que por viejo, donde uno apuesta al todo o nada, donde uno más que hijos tiene canciones, a los cuales les dejará una herencia a favor de todos aquellos que se hagan cargo de ellas y puedan adoptarlas como suyas—, y en cualquier parte del mundo, esos son los requisitos.

REFLEXIÓN O SINOPSIS

El problema o cuestión radica en cómo se ve uno a sí mismo en la vida, y me parece que si un individuo es lo suficientemente insensato antes de ser alguien, continuará así cuando lo sea y, que a su vez, si alguien era una persona normal y sensata en su momento, no creo que se vuela anormal después de serlo, ahora depende mucho como puede ser visto a través del lente con el que se miran estas actitudes o modalidades; de lo que sí estoy seguro es que uno, con el paso del tiempo, va avanzando y otros se van alejando.

Ahora, el factor suerte, el momento y buena fortuna radica en que todo vaya saliendo de manera lenta: el avanzar de pasito a pasito, y esto lo digo a título personal, pues, honestamente, considero que soy nadie para dar consejos, ya que ni puedo dármelos a mí mismo, pero sí reconozco a manera de testimonio que, empecé a grabar mis primeras canciones a los 29, 30 años y pude publicar mi primer álbum a los 38, llevando en todo este tiempo una manera sencilla de vivir y, que hasta ahora la practico ya que me contento con lo mucho o poco que pueda tener, todo esto muy al margen, por supuesto, de los excesos en mi vida, lo que sí celebró de manera pertinente y reflexiva es que las cosas me pasaron lo suficientemente tarde como para no volverme ahora tan necio o insensato como tal vez me hubiera sucedido si me hubieran pasado a los 18 o 19 años y, en el buen sentido de la palabra, me parece que alguien que está dentro de esta carrera artística o afín, tiene que aprender a convivir con esos dos paradigmas llamados fama y popularidad y, que al final es posible que se encuentren en el mismo camino, pero que teniendo el criterio respectivo de mano la ética y la moral, ya que así como uno vale por lo que hace y no por lo que dice que es, también se puede aplicar como consecuencia, que no importa a donde llegas sino más bien cómo llegas o ¿es que acaso el fin justifica siempre a los medios? Ahora, si alguien en esta época persiste, con todo lo que se ha expuesto, y quiere llegar a ser famoso, millonario, tener miles de fans y ser asediado por las chicas, pues, le deseo muy buena suerte y que Dios lo bendiga.