Lorena Vindel es una actriz y arpista hondureña, nacida en Tegucigalpa, que ha vivido en España haciendo cine y series de televisión durante muchos años, tras haber recibido un premio como Actriz Revelación en Toulouse, el 2009, y luego de muchos viajes por el mundo en búsqueda de conocimiento y sabiduría, se encuentra en nuestro país, presentando una performance titulada Enoch, donde confluyen sus dos pasiones: el teatro y la música.

Descubrí a Lorena a través Instagram, y fue su representante quien me contactó definitivamente con ella. Tras un par de mails y algunas llamadas, coordinamos por fin la entrevista. Hablar con ella es muy agradable, es una mujer llena de calma y paz.

Lorena, ¿qué fue primero en tu vida, la música o la actuación?

La música. En mi familia no hay tradición musical, pero mis padres, al ver que mis hermanas y yo teníamos facilidad con ella, decidieron inscribirnos en una escuela donde enseñaban música; yo entré en contacto de forma académica con la música desde los siete años, hice toda la primaria en esa escuela y luego pasé a estudiar a colegios con una formación bastante normal y básica. Los tres últimos años de secundaria, por decisión de mi padre, entré a un colegio donde estudié magisterio musical. Yo quería ser instrumentista, no maestra de música, pero en Tegucigalpa y en aquel tiempo, no había esa posibilidad, así que tuve que entrar y sacar el magisterio musical.

¿Y cuándo conectas con el teatro?

En el último año de estudios, el coro de la escuela participa en la ópera que se hace anualmente en la ciudad de Tegucigalpa,  Don Pascuale. Y ahí conocí a la directora de teatro que dirigió la puesta en escena. Me despertó mucho la curiosidad el teatro; una vez que me gradué como maestra de música, y al sentirme frustrada por no poder ser instrumentista, empecé a explorar y estudiar con ella en su grupo de teatro.

Sentir y experimentar ese proceso de estar encima de las tablas, es otra dimensión, me capturó el saborear y vislumbrar lo que era entrar a un espacio distinto al cotidiano, y decidí viajar a España a estudiar arte dramático de manera formal.

¿Y dónde estudias alla?

Estudié tres años en la escuela de Antonio Malonda, Bululú 2120; y luego estuve cuatro años con Fernando Piernas, un maestro argentino, para mí es de los mejores maestros de teatro que tiene España. Fue él quien despertó en mí a la actriz y la hizo caminar.

¿Cuándo es que empiezas a actuar en TV y cine?

Después de esos cuatro años con Piernas, empecé a desarrollarme en el medio artístico, en series de televisión, hice mi primera película, Siete mesas de billar francés, luego mi primer protagonista en el cine, con la película Mami blue, y tres protagonistas en series de TV en España.

Entonces lo lograste…

Creía haberlo logrado, que estaba llegando o estaba rodeándome del mundo que durante diez años trabajé por conquistar, pero estando ahí me di cuenta que eso no tenía nada que ver con la ilusión que uno tiene cuando es estudiante, había mucha frialdad, es un mundo difícil y duro, la TV sobretodo. Lo que sucedió fue que trabajaba como actriz, hacía TV y cine, tenía propuestas, empezó a fluir todo, entré en el circuito de una persona que puede decir que trabaja como actriz en España, que va en la rueda, pero no estaba feliz.

¿Este fue el punto en que cambias tu rumbo?

Se tiene la ilusión que al llegar allí se resuelven muchas cosas y encuentras satisfacción interna, pero para mí fue que se acentúo más mis problemas y anhelos internos de felicidad, es en ese punto que decido iniciar viajes de búsqueda, por eso es que no encuentras muchas cosas de mí en la web, desaparecí seis o siete años, me fui a la India, aprendí a meditar, inicié el yoga y al segundo año de esa búsqueda descubrí las plantas maestras del amazonas, el ayahuasca, pero desde la doctrina del Santo Daime.

 

 

¿Haz viajado mucho en esta búsqueda?

Luego de trabajar varios años en TV y cine español, viajé durante tres años con un grupo de practicantes de la doctrina de Santo Daime, que tenían sedes en Brasil, Argentina, Barcelona y Londres, consecutivamente, nunca estuve más de mes y medio en ninguno de estos sitios, al mes y medio partíamos.

Luego regreso a Madrid queriendo retomar mi carrera pero ya era difícil, hice la película Mami Blue, pero ya era otra persona y no podía jugar el mismo rol que jugaba antes de irme, traía una experiencia personal tan fuerte que eso hizo que surgiera de pronto y con mucha fuerza mi propia voz como artista, y tenía la necesidad de expresarse.

¿Por qué fue difícil retomar tu carrera y qué haces a partir de ahí?

Lo que ocurre es que interrumpí mi tránsito como profesional del arte dramático, y al retomarlo me era difícil trabajar sobre guiones que no despertaban mi interés, no sentía que me iban aportar algo a mí o a quien los escuchara, no quería dedicar mi tiempo memorizando textos vacíos y superficiales.

A partir de ahí estuve un año rechazando varias propuestas, luego pasa el tiempo y dices ¡Wow! Cómo pude hacer eso, porque hay que comer y mantener una casa, hacer una vida en este sistema y requiere dinero, pero tomé esta decisión ―con todas las consecuencias― de empezar a labrar mi propio camino, a desarrollar mis propios conceptos, mi voz e historias, y esto toma su tiempo.

¿Ahí es cuando regresas a Honduras?

Sí, regreso por la necesidad de contacto con la tierra en la que nací, la familia, mis padres; estuve en Honduras dos años. Ahí presento por primera vez en un formato más pequeño, Enoch, que en ese tiempo se llamaba Madre Tierra, con música, danza y poesía, pero de una manera más íntima, aquí la danza estaba a cargo de Jorge Chávez, artista de la tribu garífuna de Honduras, él realizaba una danza muy bella del sol, y yo hacía la música y recitaba mi poesía.

Ahí es donde nace la semillita de esta performance, luego la presento en el sur de España para después llevarla y presentarla en Estados Unidos.

¿En qué momento ganas el Premio a Actriz Revelación y qué significó en tu carrera?

Fue una gran sorpresa porque yo no esperaba nada de esa película, ya había pasado un año desde el estreno de Siete mesas de billar francés. Fue en el festival de cine de Toulouse, 2009. Yo estaba en Madrid haciendo mis maletas para irme a Argentina, cuando recibí la llamada del Festival para invitarme a recoger el premio a Actriz Revelación.

Una vez que llego a Francia me doy con la sorpresa de encontrarme con Blanca Portillo, que también fue invitada al mismo festival, por que ganó el premio por su papel protagonista en esta misma película. Es una buena noticia porque este es el primer premio que recibo por mi primer trabajo serio en el cine. Pero cambié el curso de mi camino en el cine y suspendí mi carrera cinematográfica porque aquí decidí viajar a Sudamérica. Ahora, en este punto.

 

 

Cuando estudiaste música de niña, ¿inmediatamente te fuiste al arpa o la exploración de este instrumento viene después?

El arpa nace de dos experiencias en ceremonias del Santo Daime. Estábamos en las montañas, alrededor de una fogata y una amiga se levanta y trae de la cabaña un arpa, pequeña como la mía, y empieza a tocar en el momento en que estábamos en un estado profundo de meditación. Escuchar el arpa en ese estado fue maravilloso, escucharla nos trasladó al monte Olimpo, fue poderoso, yo me quedé impactada. Ese fue mi primer encuentro con el arpa.

Unos meses después hice otra ceremonia, cerca de Barcelona, y en medio de una meditación, la misma chica, tocó el arpa pero esta vez la escucho a lo lejos, ella estaba en un punto de la montaña y yo en otro, el sonido del arpa viajó por el bosque, y la escuche inmediatamente. Y vi que salió de mi pecho un arpa dorada chiquita, fue una experiencia mística preciosa, y no lo dudé; al poco tiempo hice mi primer protagonista que se llama Mami Blue, del director Miguel Ángel Talvo Buttini, luego de esa película compré mi arpa. La empecé a explorar yo misma, con la base que tengo de piano. Mi exploración se trata más que todo, cómo a través del arpa puedo expresar lo que hay dentro del corazón, expresar esos sentimientos nobles y bellos que salen de estas experiencias en la montaña con la planta en meditación, cómo los traduzco y pronuncio con el arpa. Así empezó.

 

¿Y cómo es que llegas a Perú?

Esa es otra sorpresa, porque Perú no estaba en mis planes ni en mis pensamientos. El responsable de esto es Andrés Prado, yo lo conocí estando en Madrid, a finales del 2016, cuando estoy trabajando y estudiando con los ícaros de la selva y los mantras de la India, para ver de qué manera podía incluirlas en mi repertorio, porque son sonidos y vibraciones que pueden ser utilizados para armonizar la energía de las personas, por ejemplo los mantras son palabras del sánscrito antiguo que tienen el poder de sanar a las personas y ayudarlas a evolucionar como persona.

Entonces, llega a mis manos el álbum Shamánico, un gran trabajo musical de Andrés Prado. Contacté con él desde Madrid y empezamos a tener comunicación a la distancia, intercambiamos material musical e impresiones sobre el arte. Recibí de Andrés partituras suyas de su álbum Shamánico, sobre las que empezamos a trabajar. Llegó el momento en que me invitó a venir a conocer su tierra y cultura, y me quedé aceptando su invitación de caminar junto a él.

 

Lorena Vindel con su arpa.

Lorena Vindel con su arpa, en su estudio. Foto: Jorge Fernández.

 

¿Y qué ha significado en tu vida estar en Perú?

Para mí, la tierra peruana está siendo mi lugar de renacimiento, he vuelto a nacer aquí. Aquí he podido fusionar la música y el teatro, totalmente hermanados en una performance, por fin, lo que he querido hacer años atrás, acá se me ha permitido, y he tenido el apoyo de otros artistas y sobre todo el apoyo incondicional de Andrés, sin él, la verdad, difícilmente hubiera podido. Él lo ha puesto todo, literalmente, es una presencia pilar e importante para mí.

Encuentro que los peruanos son especialmente amorosos, creo que tienen un vínculo con la tierra desde el corazón, creo que he tenido suerte con la gente que me he encontrado. Yo veo muchas parejas en la calle constantemente, dándose cariño, abiertamente de manera muy natural, la vibración de esta tierra es de amor maternal. En otros países no lo he vivido con la misma calidez que acá. España siento que es mi casa, más que Honduras pero no siento este amor que siento acá. Es como si te tocaran el corazón, algo debe haber.

¿Aparte del arpa, actualmente tocas algún otro instrumento?

Sí, mi tambor chamánico y mi flauta nativa americana son los instrumentos con que trabajo.

En Honduras, ¿el gobierno y la gente se preocupa por el arte?

En Honduras hay artistas que han logrado expresarse de forma contundente y fuerte, y esta fuerza nace de la dificultad del entorno y de un gobierno que casi no apoya a los artistas. Los que lo han logrado se debe a la fortaleza de su espíritu; y los que no la tienen, han apagado su voz. Considero que la riqueza de la expresión de los artistas hondureños nace de la riqueza de su tierra.

Tú, como actriz, cómo ves la producción televisiva y cinematográfica del Perú.

No lo sé, porque hace muchos años he dejado de ver televisión. Sobre el cine peruano, estoy poniéndome al día.

Y como música, ¿cuál es tu percepción de nuestra música?

Estando en Perú, he explorado y trabajado con músicos peruanos que han sido afines al tipo de música que interpreto, músicos como Manongo Mujica, Pepe Chiriboga, Tito La Rosa, Andrés Prado. Me gusta mucho Susana Baca, porque me parece una dama exquisita a la hora de interpretar sus canciones.

 

 

Enoch es una obra que ha llevado casi cinco años de desarrollo, ¿cómo se gestó esta performance y qué temas aborda?

Enoch nace de mi experiencia personal, vivida a través de mi trabajo de purificación y espiritual con la doctrina del Santo Daime, en ese momento todo mi trabajo era vivido de una manera totalmente práctica, y uno de los integrantes del grupo con el que yo trabajaba el Santo Daime, puso en mis manos los textos esenios, para mí esta lectura fue un gran hallazgo y revelación, porque narraba y explicaba que esta gente, 3000 a. C, sanaban y curaban a los enfermos y los ayudaban a pasar procesos de purificación y a despertar su consciencia a las leyes de la naturaleza. Entre ellos habían maestros de gran sabiduría, profetas y sanadores.

Mi performance recibe su nombre en memoria del patriarca Enoch, que fue el primer profeta, sabio y sanador de los esenios. Los esenios le daban mucha importancia a la pureza en sus vidas, en sus alimentos, en sus pensamientos, en su entorno, en sus palabras; eran personas sabias, nobles, verdaderas y estaban muy conectadas, no solo con la tierra sino la presencia del padre celestial.

Fue una gran inspiración, y de forma natural nace en mí el deseo de compartir esto con otros, así que decidí buscar la forma de expresar estos conocimientos en el arte. En Enoch lo que doy a conocer es uno de los pasos básicos para empezar a conducirte a la conciencia, Enoch trae a la memoria los conocimientos antiguos tan elementales y necesarios para cualquier persona. Estar conectado con la naturaleza; además, esta performance es importante porque es parte de mi aprendizaje y es mi grano de arena como artista que comparto con los demás.

En Enoch el motivo principal es la madre tierra, y una de las cosas que vi que puedo utilizar para conscientizar de la tierra como madre o matriz, dadora y sustentadora de vida, es el conocimiento básico de los seres humanos sobre los cinco elementos que componen la vida en la tierra: tierra, aire, agua, fuego y éter.

Sobre tu música, ¿qué novedades tendremos?

Estoy trabajando con Andrés un repertorio de conciertos para arpa, guitarra y voz.

Para terminar, después de Enoch, ¿qué viene?

Lo que se viene es que voy a ser la nueva integrante de la agrupación de Andrés Prado, para el lanzamiento de su álbum Shamánico.